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Mostrando entradas de julio, 2016

Cicatrices...

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Tengo cicatrices en mis cuatro costados. Algunas que duelen y otras que simplemente rozan. Unas están cicatrizadas y otras todavía siguen suturando. Cicatrices de guerra. De dolor. De alegrías y tonterías. De noches locas. De ideas descerebradas y muchos chupitos de tequila. Cicatrices de huida. De olvido. De vida. De tí. Pero también de mí. De todos esos te quiero que pronunciabas y que dejaron estas marcas en mi espalda. Cicatrices de amar, reír y llorar. O de las tres un poco.  De mentiras sin sentido y medias verdades. De noches de películas y palomitas. Cicatrices imborrables que se hacen más profundas a la luz de la luna. Esa que te alumbraba mientras tú dormías y yo te comía. De esas que piden ayuda sin respuesta alguna. Cicatrices que duelen pero no curan. Que rompen tu coraza y te dejan sangrando. Así te recuerdan que la vida nos son más que golpes. Golpes que cicatrizan.

Enferma flor...

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Aún recuerdo el día que la vi por primera vez. Ya existía antes de que yo la viera, pero sentí que aquella mirada me dio la vida. Yo me encargaba de cuidarla mientras ella me proporcionaba alegría, frescura  e ilusión. La veía cada día al levantarme y la daba las buenas noches al acostarme. Sin duda lo que más me gustaba de aquella flor era cómo sus pétalos brillantes como el sol conseguían sacarme más de una sonrisa. Hubo un día que esta comenzó a perder su color. Esa luz que iluminaba mi casa dejó de ser tan intensa para convertirse casi en un agujero negro. Le pregunté a papá qué le pasaba a la flor pues parecía enferma. "Porque lo está" me dijo.  Sentí un vacío en mi interior demasiado grande como para que algo lo pudiera reparar. Desde ese día comencé a cuidarla más ya que quería que se pusiese buena para así poder ponérmela en el pelo y enseñársela a mis amigas.  Cada día la daba de comer y me encargaba de cambiar el agua para así intentar sa