Cinco siete uno...
Lo que
comenzó con una sonrisa furtiva y provocativa, sin palabras para quienes solo
necesitan miradas, acabó en saludos entre bares, conversaciones pasadas por
agua, encuentros imprevistos, caminos por carretera y besos adictivos que curan
heridas y contagian sonrisas.
Y es esa
maldita sensación de nunca ser suficiente, que el tiempo corre fuera y baila
dentro, que grita más y nunca pide menos. Y puede que, en su diferencia, lo
igual no se vea y caiga una venda que nos recuerda que seguimos ahí, que el juego
nada más comienza y las cartas están sobre la mesa.
Cinco siete
uno que se hacen cero en diciembre, agosto y abril.
Y, aunque hay
cosas que no se pueden medir, yo quiero recorrer tus tatuajes, repostar en
lunares y no dormir hasta llegar a conocer todos los kilómetros que me llevaron
a ti. Ser incendio en un lugar viejo, callarnos con besos y balancearse sobre
límites que hace ya tiempo que dejamos de cumplir.
Que cuatro
días son tres años y los tratos, actos. Desnudarte por dentro, sentir lo externo
y tenerte dentro. Besarte el cuello, callarte a besos y recorrer el mapa de tu
cuerpo con caricias y muerdos para acabar quemados por el fuego. Hablarte,
picarte, seducirte, hacerte adicto. Que haya macarrones de hora y media, menú
secreto, libros eternos y conversaciones picantes y humeantes.
Puede que
después de haber escrito, pero sin nombrar nunca lo que era necesario; después
de las ciudades, los cuerpos, objetos y verdades; después de recorrer el
callejón del tiempo, tentar sentimientos y olvidarse del miedo; después de que
llegue la noche, se produzca el encuentro, evitemos los besos y ambos nos
busquemos.
Y todo es
como antes, como si nunca hubiera pasado el tiempo, cinco siete uno que son
cero durante cuatro días y medio. Palabras indiscretas susurradas mientras
nuestros cuerpos se calientan y declaraciones de intenciones que muestran más
que cuentan.
Puede que no
se parezcan demasiado por fuera, pero ambos saben que los roces queman, dejan
huellas y marcan dentro. Donde el otro solo llega. Y puede que no lo sepan, o
que sepan y aun así quieran, pues ambos son adictos a una droga que nada más
comienza.
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